En metales: ¡plata!
Durante el siglo XVIII, la minería representó una
veta importante para la obtención de recursos; en 1700 la Casa de Moneda acuñó
3.3 millones de pesos; en 1795, 13 millones y 25 para 1810. La Corona protegió
el sector fundando el Consulado de Minería, el Banco de Avío —para facilitar
dinero a los mineros— y el Colegio de Minería.
La minería afrontó un gran reto, muchas de las
minas superficiales estaban agotadas por la sobrexplotación y se hizo necesario
excavar galerías profundas, este fue uno de los motivos que propició el aumento
en la producción. A fines del periodo colonial, Hispanoamérica enviaba a España
aproximadamente 26 millones de pesos de plata por año, el 62% de su producción
total. Nueva España contaba con unas tres mil minas, según conteos realizados
entonces, y entre los centros de mayor importancia estaban Taxco, Sultepec,
Temascaltepec, Zacualpan, Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete y Real de Catorce;
el metal más explotado fue la plata.
Los comerciantes aprovecharon el auge,
establecieron tiendas en lo centros mineros donde vendían productos para la
explotación de las minas y un sistema de crédito que aumentó sus ganancias. Esta
actividad requería de mano de obra que se especializaba cada vez más: había quienes dirigían el trabajo;
quienes hacían las rutas de extracción; los que separaban el mineral en bruto
para que otros lo clasificaran y quebraran, los que lo acarreaban, para terminar
con los encargados de fundirlo y convertirlo en bloques sólidos. Muchos de los
trabajadores tenían posibilidades de movilidad, recibían buen pago por su
trabajo e incentivos adicionales si descubrían nuevas vetas, pero las condiciones
de trabajo seguían siendo inadecuadas y representaban un riesgo para la vida;
también estaban quienes eran explotados y no recibían un pago justo por su trabajo.
Los mineros eran supervisados por mayordomos y administradores.
La minería ofreció la seguridad del consumo de
diversos productos y materias primas necesarias para todas las etapas del
proceso productivo, por lo que resultó favorable que el Camino Real se abriera
a los continuos viajes, y que con ello se difundieran las noticias de un nuevo
descubrimiento o de una bonanza minera para seguir atrayendo inmigrantes:
mineros, comerciantes, fleteros y artesanos.